
La siguiente amenaza llegó del cielo. Durante la travesía soportaron varias tormentas de nieve, dos de las cuales les obligaron a permanecer atrincherados en la tienda durante tres jornadas completas. Durante dos días, el equipo logró resguardarse tras un bloque de hielo que atenuaba parcialmente la furia del viento. Sin embargo, la ventisca no dio tregua y terminó por sepultarlos bajo una capa de nieve. “Desenterrar la tienda fue un momento delicado; la nieve acumulada sobre la fina tela iba apoderándose del contorno de la tienda, y cada palada era un alivio por mantener el refugio intacto. En esos instantes, uno se cuestiona muchas cosas”.
Las dudas formaban parte del paisaje polar. ¿Sería suficiente el combustible? ¿Habían calculado correctamente las calorías necesarias para más de 40 días de marcha? Nada de esto pudo probarse con antelación, ya que no fue posible importar los suministros desde España. Tampoco había certezas respecto a la fauna: según las autoridades de Resolute Bay, la región estaba particularmente activa en osos polares. Un tramo del Paso del Noroeste tan remoto que cualquier rescate sería tan largo y complejo como la propia travesía.
Como si fuera poco, varias jornadas se desarrollaron bajo whiteout: niebla densa sin referencia visual, sin ver el sol, sin distinguir el cielo del suelo. La navegación se volvía incierta, y los errores de rumbo acumulaban kilómetros extra. “Era como esquiar dentro de una nube blanca, sin saber si subías, bajabas o ibas recto.”